¿Porque el 3 de junio es el día del inmigrante italiano?

Inmigrantes italianos los hubo de todo tipo (quizá alguno de estos ejemplos resuene en tu historia familiar): los que vinieron en un principio para asegurarse de tener bases donde comenzar a armar su futuro, llevando la difícil tarea de separarse –aunque sea temporalmente- de su familia por un mejor porvenir; aquellos que, sin saber siquiera el idioma ni tener idea de la geografía del país, subieron con sus seres queridos a un barco de precarias instalaciones durante más de un mes con las esperanzas de encontrar “calles de oro”; los que se armaron de coraje y dejaron todo atrás para venir solos a construir su legado en estas tierras; y los que fueron tentados por algún familiar o empleador que ya residía en el país de destino.

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Sea como sea, la ola de inmigración italiana, que comenzó con vigor a mitad del siglo XIX y concluyó con menor intensidad a principios de la década de 1970, se vio colmada de mujeres, hombres y niños que venían a una tierra desconocida para poder erguir sus sueños, encontrar oportunidades y tratar de ganarle la pulseada al cruento destino que los acechaba en su país de origen.

Italia, por esos entonces, se encontraba en una difícil situación social y económica. Con la caída de Napoleón, el país trasalpino quedó desmembrado en diversos y desiguales reinos. Los que se encontraban al norte tenían una economía más estable y un mejor pasar social, mientras que los del sur encontraban difícil poder superar la escasez monetaria que acechaba sus tierras. Entonces, pusieron sus vistas en el “Nuevo Mundo”, tierra de promesa y oportunidades, especialmente en Estados Unidos y Argentina.

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Argentina, por su parte, tenía una política que alentaba la inmigración (especialmente la proveniente de Europa) a raíz de la necesidad de poblar vastas tierras que habían sido forzosamente deshabitadas, fruto de una controvertida limpieza étnica efectuada en la llamada Conquista del Desierto. Esto conjuró muy bien con la necesidad de los italianos de encontrar una tierra que los reciba con brazos abiertos, sin mencionar que los sueldos por igual trabajo diferían bastante del país sudamericano al europeo.

La inmigración continuó por diversas causas: las guerras mundiales y sus consecuentes desabastecimientos, el régimen fascista, o quizá panoramas menos trágicos como el tener familiares o amigos ya asentados en el cono sur.

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Hoy en día, Argentina posee la  comunidad más grande de italianos viviendo fuera de Italia y se nota porque, por más que los años hayan pasado y las costumbres, el lenguaje, las tradiciones y hasta las formas de pensar hayan ido asentándose cada vez más a las formas del país receptor, todavía (hasta después de quizá 4 o 5 generaciones de nacidos en tierras no italianas) los italoargentinos tenemos esa nostalgia por la vieja casa; las juntadas de decenas de familiares los domingos, la alegría que encontramos en el olor a una buena salsa de tomate, la pasión de discusiones por lo que amamos u odiamos, la dicotomía de hablar casi a los gritos pero a la vez poder hacernos entender usando solamente gestos, la afectuosidad con la que tratamos del amigo hasta el desconocido, entre tantas otras cosas que no nos permiten olvidar de donde vienen nuestras raíces. Como se dice por ahí, “¡es la sangre tana!” 

Este día se conmemora a la memoria del natalicio del prócer argentino Manuel Belgrano (03/06/1770), cuyo padre, Domenico Belgrano Peri, era proveniente de la región de Génova y llegó al país en 1751, donde tiempo después tuvo al futuro prócer y creador de la bandera argentina. Así que, ¡la historia argentina tiene mucho que agradecer a los italianos que vinieron a estas tierras! No solo a Belgrano: Castelli, Spinetta, Alfonsina Storni y hasta Maradona y Messi son descendientes de inmigrantes italianos, entre tantísimos otros aportantes a nuestra conformación nacional. No es poca cosa, ¿no?

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